miércoles, 2 de agosto de 2017

Yo juego a otra cosa

Mi infancia transcurrió en un pueblo de la Costa da Morte en el que muchas semanas no paraba de llover. Mis cinco hermanas se pasaban esas largas tardes jugando a las casitas y a mi no me dejaban participar por ser un juego de niñas.  Finalmente encontré mi lugar, me permitían hacer de perro, sólo en el caso de que ladrase poco. Los días menos lluviosos por fin dejaba de andar a cuatro  patas y con mis amigos jugaba a cosas más propias de niños. Nos divertíamos lanzando trompos al que sustituíamos la punta por un clavo que el hijo del zapatero afilaba extremadamente. Se trataba de partir en dos la peonza rotante del amigo que se veía reventada al recibir un certero impacto. Yo tenía la suerte de ser “o fillo do secretario” y mi padre semanalmente viajaba en su seiscientos café con leche y me traía de la capital modelos exclusivos de trompos cuyo final estaba escrito. Los gatos nos temían cuando nos veían armados con tirachinas y arcos cuyas flechas eran varillas de paraguas viejos que también pasaban por la piedra afiladora de la zapatería.

Cuando jugábamos al fútbol el más paquete se ponía de portero y si ni para eso servía se le dejaba hacer de árbitro, como el perro de las niñas. Eso me pasa a mi con el golf, mis talentos no me dan para la titularidad pero al menos, aunque sin silbato, disfruto como nadie de este apasionante deporte. Por más que lo practico sigo siendo un jugador mediocre. Estoy convencido de que cuanto más entreno más consolido mis errores. Si paro una temporada, al volver alcanzó mi mejor nivel pero al segundo día ya no me libero de mi puñetero slice crónico. Todo está en tu cabeza, dicen mis amigos, no pienses en nada y deja que tu swing fluya. Ante un espejo lo único que veo fluir de mi swing es la barriga. Soy capaz de dar golpes muy buenos y eso es lo que te hace creer que sabes hacerlo pero el siguiente rabazo te pone en tu lugar. Tampoco entiendo que sea un tema mental. Tiger jugaba como nadie llevando una vida disoluta que a la fuerza le tenía que tener intranquilo y desde que recuperó la estabilidad en su entorno no ha vuelto a dar pie o palo con bola. También me dicen que observe a los profesionales que siempre se aprenden cosas. No funciona. He visto todo el golf y el fútbol que se pueda ver y desde Seve a Rahm pasando por Big Easy, desde Pelé a Messi pasando por Maradona, jamás se me pegó nada.

Yo juego a otra cosa.

Santi Ruiz Tovar

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